Dios ya tenía a Tato, Castelo, Olmedo y Fontanarrosa, ¿era necesario que también se llevara al chiquitín más simpático? Nos prestó sus risas, su profesionalismo, su amor por el trabajo durante 59 años y hoy se lo llevó, para que tenga el merecido descanso que Guinzburg no se permitía cuando estaba entre nosotros.
¡Chau Jorge!
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